Aquella noche de hace 10 años estaba bastante contento, ya era 11 de marzo y hacía dos años que había dejado el tabaco rubio, pocas horas después viviría una de las peores experiencias colectivas de mi vida.
Me levanté con la noticia de que se había producido un atentado, y aunque en ese momento nos anunciaron pocas víctimas -7 primeros fallecidos recuerdo-, todos lo que hemos tenido que coger esos trenes a esas horas nos podíamos figurar que cualquier explosivo haría mayores estragos.
Empezaron a sucederse las llamadas de familiares, poco después supimos que uno de los trenes era el habitual que cogía mi padre a esas horas, sólo que él se bajaba en San Fernando de Henares, aquel día incluso no lo había cogido porque un vecino –que también trabajaba en esa zona- le había llevado hasta la puerta del trabajo. Sin embargo otro vecino de Nueva Alcalá amigo suyo, militar apasionado de los caballos si había montado en el fatídico tren con triste resultado.
Comprobé la mentalidad española derrotista cuando fui al trabajo –en la Biblioteca de Económicas de la UAH– para ver si se cerraba o se iba a hacer alguna acción desde la Universidad de Alcalá, y una compañera me dijo “si ha sido ETA lo mejor es darles la independencia y que nos dejen en paz”. Me pareció terrorífico pensar en “premiar” un comportamiento terrorista tras una auténtica masacre cuando a esas horas había más de 20 muertos según cifras oficiales en un ataque indiscriminado a población civil trabajadora, que no es que sean ni mejores ni peores que otro tipo de ciudadanos, pero está claro que su capacidad de decisión sobre grandes cuestiones del estado es mucho menor.
Aquel día cerramos, fuimos a la manifestación, donde hubo un intento de instrumentalización del dolor contra el PP que culminó en un sonado abucheo, y estuvimos en la sede del Partido Popular. Estábamos en shock, derrotados. Con una mezcla de sensaciones, con una terrible impotencia que nos hacía incapaces de saber a donde golpear. El terrorismo es un enemigo fantasma, no puedes declararle la guerra, te hace daño y desaparece. La pregunta de “¿por qué?” era omnipresente, ¿quién podía querer masacrar población civil que iba a trabajar a primera hora de la mañana?
Reconozco que pensé que era ETA, unos días antes habían detenido una caravana en Soria que llevaba explosivos para detonar en la A2, en el edificio del diario La Razón. Al fin y al cabo las vías del tren de cercanías donde explotaron son las que conectaban entonces Madrid y Barcelona, como la autovía en la que querían hacer la explosión. Y ¿por qué las conexiones entre Madrid y Barcelona? Porque hacía poco tiempo que ETA había decretado un alto el fuego en la región de Cataluña, que había estado muy presente en la campaña electoral ya que era fruto de un acuerdo entre los terroristas y el partido independentista catalán ERC, en concreto su líder de entonces Carod Rovira. Desde entonces no hubo atentados en toda España, algo que no tiene sentido porque para que los catalanes supieran las ventajas de una tregua en su comunidad ETA debía atentar en el resto de España, sin embargo nunca lo hizo. No obstante cuando a lo largo del día 13 se fue sabiendo la existencia de un video tipo al qaeda y la detención de ciudadanos de origen musulmán, la hipótesis personal se fue equilibrando hacia la autoría islamista.
El día 13 fue muy duro y se hacía peor cuando pensabas en el calvario de los familiares y las víctimas. Todavía en “shock” tuvimos que ver como compatriotas preferían culpar a otros compatriotas antes que centrar su enfado en el verdadero enemigo, frente a nuestras sedes del PP, con el apoyo verbal de un Rubalcaba que cuando apareció en televisión yo creía que sería para parar esa injusta locura, y no para avivarla. Al día siguiente teníamos que ir de interventores al colegio electoral y las dudas sobre como transcurriría la jornada se hacían palpables. Todo sin embargo fue muy tranquilo.
Pero en aquellas terribles horas todavía había muchos ciudadanos en hospitales luchando por sobrevivir, otros familiares buscaban en las morgues a sus seres queridos con diversos resultados, aquella si que fue la verdadera tragedia de la ilógica e irracional injusticia.
En una nación de más de 500 años volveremos a vivir momentos así, sólo espero que hayamos aprendido la lección, que nadie vuelva a separarnos, que el dolor la próxima vez nos una y nos haga más fuertes. No es la primera vez que los españoles hastiados tiramos la toalla, ya nos pasó cuando hartos de las guerras civiles de los visigodos llegaron a la península los musulmanes, siendo muy pocos los que decidieron resistir y plantar cara al verdadero enemigo. Porque juntos, unidos, hemos hecho grandes cosas en la historia de la humanidad, pero peleados y separados hemos estado siempre bajo algún yugo opresor esperando a que algún día otros paisanos nos trajeran la libertad. Que no vuelva a pasar.
Mi memoria y cariño a todas las víctimas y sus familiares.