Lorenzo Sanz tenía baraka futbolística. Tras vivir muchos años bajo la sombra del carismático y controvertido Ramón Mendoza, Sanz accedió a la presidencia del Real Madrid en el año 1995, que ostentó durante un lustro. Muchos son los que me han mirado mal cuando le he defendido públicamente, sin embargo para mí él configuró un equipo que consiguió algo que parecía un sueño irrealizable, romper un maleficio de 32 años, haciéndonos aquella maravillosa noche de mayo de 1998 Campeones de Europa, consiguiendo además que dos años después aquello se repitiera, despejando la duda de que la Séptima no fue casualidad, y dejando una estructura de equipo que en 2002 ganó otra nueva Champions League, esta vez con otro presidente.
Tras la salida de Jorge Valdano como entrenador y la dimisión de Ramón Mendoza como presidente, Lorenzo Sanz coge un equipo roto que en esa temporada 95/96 acabaría la liga sin opciones a disputar competiciones europeas por primera vez en su historia. Sanz tuvo que hacer una profunda remodelación en el vestuario echando a elementos conflictivos, en aquellos momentos, como Michel o el antimadridista Luís Enrique. Para la temporada 96/97 traería a los dos mejores jugadores de la liga española, Davor Šuker y «Peđa» Mijatović, y tres nuevos refuerzos como Roberto Carlos, Clarence Seedorf y Christian Panucci. El nuevo técnico sería el italiano Fabio Capello que deslumbró a Europa con la A. C. Milan.
Aquella segunda y última liga de 22 equipos y 42 rondas quedó vista para sentencia desde la jornada 14, cuando el Madrid pasó a liderar ese campeonato. Lo que nadie nos imaginábamos entonces es que nuestro Real Madrid había dado el primer paso para volver a ser campeón de Europa 32 años después. Menos aún lo creeríamos cuando avanzada la temporada 97/98 el Madrid empezó a tener una importante crisis de juego. El cambio de entrenador con la salida de Capello, y la llegada del alemán Jupp Heynckes le había pasado factura en el campeonato liguero, no así en la Liga de Campeones, donde avanzaba a cada partido llegando a derrotar en la final a la todopoderosa Juventus de Turín gracias a un tardío gol de un lesionado Pedja Mijatovic. Ese año veríamos que todo aquello no fue fruto de la suerte con una victoria al Vasco da Gama brasileño, consiguiendo la segunda Copa Intercontinental del club tras vencer por 2-1.
El nuevo entrenador, Guus Hiddink, no encarriló al equipo en liga, pero Sanz dio con la fórmula perfecta para el banquillo cuando decidió ascender a técnico del primer equipo, en noviembre de 1999, a un hombre del club, Vicente del Bosque, buen conocedor de la cantera, y descubridor de un ídolo del madridismo, el portero Iker Casillas. Aunque el Madrid no levantaba cabeza en liga y copa, volvería a repetir su gesta europea consiguiendo la Octava Copa de Europa en el año 2000 tras derrotar por 3-0 al Valencia C. F. en la histórica final de París entre dos clubes de un mismo país por primera vez.
Sin embargo una errónea decisión de Lorenzo Sanz, adelantar las elecciones, le llevó el 16 julio de 2000 a perder la presidencia a manos de Florentino Pérez. El nuevo presidente aprendió de su derrota años atrás frente a Ramón Mendoza, y no volvió a prometer aquella espectacular escuela deportiva tipo La Masía para la cantera. Esta vez la promesa de traer a Luís Figo o pagar las cuotas de abonados de ese año a todos los socios, hizo que los ”piperos” se decantaran por el empresario, en una especie de semi-compra de votos sin precedentes. También el controvertido voto por correo fue clave para aquellas elecciones. Poco después el empresario de la construcción consumó la expulsión de Fernando Redondo del equipo, jugador que por su madridismo, clase y carisma debería haber concluido su carrera deportiva en el club de Concha Espina.
Pero la estructura de aquel magnifico equipo que configuró Sanz continuó cosechando éxitos europeos, con Vicente del Bosque como entrenador, consiguiendo una nueva Copa de Europa en 2002, una supercopa de Europa y otra Copa Intercontinental el mismo año. Años más tarde, en 2010, Vicente del Bosque lograría darnos la mayor alegría futbolística de nuestra historia con el Mundial de Suráfrica.
A nivel personal recuerdo como uno de los momentos más felices de mi vida aquel 20 de mayo de 1998, aquella final en el Amsterdam Arena, cuando nadie daba ningún duro por nosotros. Aquel golazo de Mijatovic que pude ver en el bar La Chopera de Alcalá de Henares, donde se desató la euforia, y saltaron las gafas de mi amigo Germán por los aires rompiéndose, ante su impasividad, ya que no iba a permitir que nada le estropeara esa noche. También fue increíble el momento en el que el jugador alcalaíno, asiduo a ese mismo local, Jaime Sánchez saltó al terreno de juego sustituyendo a un lesionado Fernando Redondo. Jaime había ido al mismo instituto que nosotros, amigo de algunos amigos, y en ese momento fue como si un cliente más de la mítica Chopera, uno de los nuestros, saliera a jugar. Después, concluido el partido, la celebración se trasladó a la calle, con nuestro amigo Ángel, forofo del Atleti, intentando atropellarnos por C/ Vaqueras, para luego sumarse a la euforia colectiva. Tras eso, en la mítica fuente de Aguadores, emblema del madridismo alcalaíno (en ocasiones usurpado por otras aficiones sin símbolos ni historia propia), recuerdo en especial a un madridista de más de 50 años que nos decía, ir acostumbrándoos porque después de esta vienen otras 4 seguidas. No fueron 4 pero si 3, aunque salteadas en 4 años. La celebración duró hasta altas horas de la madrugada, haciendo nuestro algo que hasta horas antes parecía imposible, pero que ese Real Madrid de Lorenzo Sanz nos había concedido.
Creo que la historia fue errónea, que se paró en seco lo que podría haber sido el inicio de otros más de 30 años de éxitos como los que acompañaron al mandato del mítico don Santiago Bernabéu, y que nos hubieran llevado a ver “la décima” en nuestras vitrinas en mucho menos tiempo del que nos está costando. Quizás Lorenzo Sanz no era comparable al Gran Presidente, pero se le podría haber parecido, creo que ya no lo sabremos. Esperemos que algún día su hijo Fernando Sanz, que sentó las bases de lo que ahora es el gran Málaga CF tras salvarle de desaparecer, y que en la actualidad deslumbra a Europa, dé un paso al frente y consiga culminar el proyecto que inició su padre en el año 1995.
No puedo concluir de otra manera que no sea con tres simples palabras, muchas gracias Lorenzo.