El próximo 28 de febrero de 2013 Benedicto XVI hará efectiva la dimisión hoy anunciada. La figura de la renuncia es algo perfectamente reglado en Derecho Canónico, como así aparece en el en el Canon 332, párrafo 2, que dice: “Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie”.
La pregunta que nos hacemos algunos interesados en el tema es ¿y ahora qué? La historia papal nos ilustra con pocos ejemplos, pero claros de lo que suele suceder con el Papa dimisionario. El caso de Celestino V (* Isernia, (1215) – † Ferentino, 19 de mayo de 1296) que dimitió tras 5 meses de Papado, para volver a su vida de eremita, de oración y sacrificio. El último caso conocido de Papa dimisionario es el de Gregorio XII, (* Venecia, (ha. 1326) – † Recanati, 18 de octubre de 1417), que tras su dimisión ostentó el cargo de arzobispo de Porto.
Fue célebre el caso del Papá Pío XII, que en la Segunda Guerra Mundial tenía preparada su carta de dimisión, por si Hitler ordenaba su apresamiento, ya que de ese modo “tendrán al Cardenal Pacelli pero no al Papa”, según decía el Pontífice.
En el caso del Papado, como vemos la Iglesia Católica tiene muy claro que la santidad la tiene el cargo, y no siempre el hombre que lleva las sandalias del pescador. Al dejar su cargo Benedicto XVI quedará todo en manos de un Cónclave, donde se elegirá próximamente el nuevo Papa. Salvo que la Iglesia disponga algo nuevo, Benedicto XVI volverá a ser Joseph Ratzinger¸ sin ningún tipo de cargo pontificio honorífico, aunque como comentan algunos expertos en derecho canónico, podría mantener su nombre Papal. No pasaría como con los presidente de gobierno de la mayoría de las democracias, que al terminar sus mandatos siguen teniendo la consideración de presidentes. Lo que ya no queda tan claro, es si a su marcha, esperemos que más tarde que pronto, recuperará la consideración de Papa, con su nombre, aunque todo apunta a que pueda ser así.
Como ya sabréis algunos, el Vaticano, modernizándose y adaptándose a una situación que no ocurría desde hace 6 siglos, ha creado la figura del Papa Emérito, por lo que Benedicto XVI conservará su nombre y su condición de santidad en su retiro, así como su vestimenta blanca. Pierde sin embargo el anillo sello del Pescador. Desde mi punto de vista es algo bueno y lógico, ya que una dimisión razonada no quita que haya sido elegido por el Espíritu Santo, como cree la Fe Católica, y además demuestra la rápida adaptación de la Iglesia a cuestiones importantes, que no requieren debates más amplios con investigaciones más profundas.