Mientras empezaban las bravatas de algunos compatriotas, hace unas semanas en la víspera del partido contra Italia, ya avisaba el gran seleccionador nacional de España Vicente del Bosque, de lo peligrosa que era ésta, y de que no era la misma situación del año pasado.
Quizás el gran logro de don Vicente ha sido domesticar un ego hispánico subproducto resentido de grandes periodos de humildad, una labor casi titánica e imposible con muchas personalidades. Y como decía un amigo «cuando ya creíamos tener las respuestas nos cambian las preguntas».
La potente selección española actual ha sido un fruto de varias décadas de humillaciones por parte de cualquier «equipillo» que llegaba y se plantaba, recuerdo que nos llegó a torear un país como Islandia, con 200.000 habitantes cuando entonces ya teníamos una de las mejores ligas del Mundo.
Puede que a España le ocurra como su Historia, 800 años para reconquistar nuestra nación de manos musulmanas, luego 50 para crear el primer Imperio Global de la Historia, y algo más de 250 para ir perdiéndolo. Los primeros españoles que llegaron a América, a Italia, a Flandes, eran hombres humildes que sabían respetar a sus rivales, porque los habíamos tenido enfrente durante siglos. Sin embargo poco tardamos en olvidarlo y tanto las lecciones de la La grande y Felicísima Armada, o Rocroi no sirvieron para bajarnos los humos y atemperar nuestro ego. Aún peor, en el 1898 cuando ya nos había declarado la guerra Estados Unidos y se avecinaba uno de los más tristes episodios de nuestra historia, la prensa sensacionalista y patriotera hablaba de bombardear la ciudad de Nueva York. Afortunadamente la clase dirigente de la época fue más sensata, porque de haberse atado el más importante centro económico norteamericano ahora sería posible que en Las Canarias y Cádiz se hablara el mismo inglés que en Puerto Rico.
La soberbia, prima hermana arrogante del egocentrismo, es la que puede hacer que España vuelva a la senda del derrotismo pasado. Sin embargo una actitud humilde, darnos cuenta de que estamos quizás en la “Covadonga” de nuestra historia contemporánea, puede traer de si que logramos todo, o que nos quedemos en nada.
Lo cierto es que intentar bajar los humos a un español con el ego subido es tarea prácticamente imposible, y que lo único que te puede traer es resentimientos, enemistades y una oculta y rastrera sed de venganza, que se tornará seguro en puñalada trapera cuando menos te lo esperes. De ahí que al señor del Bosque no sólo hay que darle un marquesado, quizás deberíamos proporcionar el mando de la nación entera.
Y es por ello por lo que la derrota de la Selección en la Copa Confederaciones ante la gran selección brasileña puede ser el inicio de algo grande, o de un declive que nos lleve a poder ganar otro Mundial en dos años. De nuestra humildad para afrontar los nuevos retos dependerá.
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