En los últimos años la crisis económica y algunas desafortunadas actuaciones de varios miembros de la Casa Real han provocado una caída en la popularidad de la Monarquía en España. Durante décadas, tras el fallido golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 el Rey Don Juan Carlos ha gozado de un gran aprecio entre los españoles, pero en los últimos tiempos empieza a haber incipientes movimientos contra la monarquía que hace pocos años eran impensables. Grupos de republicanos que no se pierden ni un viaje de los monarcas y herederos para ir a mostrares su oposición.
En mi caso nunca me he considerado monárquico en un sentido político, pero quizás sí en un sentido “utilitarista”. También los republicanos de la tricolor antihistórica –con una franja morada basada en el descolorido bermellón de la bandera de Castilla- me echan atrás a la hora de tener una posición clara hacia ese sistema político. Una bicolor sin escudo sería más acertada y atractiva para su causa, pero prefiero no darles ideas.
Creo que un monarca, heredero de una tradición histórica es el mejor embajador que puede haber ante los jefes de estado de otras nacionales más poderosas que España. Representar a la que fuera el “primer Imperio global de la Historia”, y llevar en tus venas la sangre de los que entonces la gobernaron, hace que los Presidentes de los EEUU, por ejemplo, puedan mostrar un gran respeto, que no sería igual hacia un presidente de una República Española.
Porque la Monarquía Española todavía representa la tradición y vocación Imperial de nuestra nación, aunque quedan pocos símbolos de ello. Uno, casi oculto y desconocido por la mayoría de los españoles es la corona de la columna de la derecha en el escudo de España. Se trata de la Corona Imperial, que junto a la que aparece en la otra columna, la Corona Real, cubren estos herculinos elementos heredados del escudo de Carlos I de España. En el estandarte del Rey Juan Carlos aparece también la Cruz de Borgoña, auténtica bandera de la España Imperial, de los Tercios, del Virreinato de Nueva España y de los ejércitos Realistas.
Pero sobre todo el Rey de España ostenta unos derechos dinásticos todavía sobre los antiguos reinos de la monarquía hispánica, entre los que destacan Nápoles y Sicilia, Cerdeña, Córcega, los Algarves, Indias Orientales y Occidentales y de las Islas y Tierra Firme del Mar Océano (estos últimos reinos suponen todos los territorios americanos, caribeños, asiáticos y las islas de los océanos Pacífico e Índico), así como el Archiducado de Austria, el ducado de Borgoña, Brabante, Milán, Atenas y Neopatria, los condados de Habsburgo, Flandes, el Tirol, y el Rosellón. Además es rey de Jerusalén, aunque este reino nunca dependió de la Monarquía Hispánica.
Como anécdota, a principios del siglo XX bajo el Condominio las Nuevas Hébridas, en el Oceano Pacífico, operaron bajo tres sistemas de cortes de justicia: uno para los sujetos al derecho inglés, otro para los sujetos al derecho francés y una tercera Corte Nativa para resolver las cuestiones surgidas entre los indígenas. El Presidente de esta última era nombrado por el Rey de España, pese a no haber sido nunca monarca de esas islas, se aceptaba el derecho dinástico que tiene la corona en las denominadas Indias Orientales.
Es por tanto que nuestra Monarquía es algo más que el Rey que haya en el momento, es la representación de lo que fue España en el mundo, de nuestra influencia y tradición, una herencia que superará los años, algo de lo que podemos todavía sentirnos orgullosos. La España democrática debe hacer suya la tradición monárquica, sin tener que pensar que ello conlleva un régimen monárquico arcaico que nos quite a los ciudadanos derechos.
Sin embargo, y como algo muy español, no sería de extrañar que ahora que tenemos el heredero a la Corona mejor formado de nuestra historia, en el que más hemos invertido en su educación, seamos capaces de proclamarnos República y le mandemos a una institución internacional, o mejor aún, a una multinacional donde vean estupendo tener de directivo a un Borbón con todo lo que ello conlleva, porque si de algo sabemos en España es de despilfarrar y mal vender, eso también es nuestra tradición e historia.
La Monarquía Española representa hoy en día la historia de España en el mundo, es un recuerdo palpable de todo el esfuerzo que millones de españoles hicieron para llevar nuestra cultura y tradiciones a alejados y diferentes rincones del planeta. Perder esta institución sería perder algo que nos recuerda lo que fuimos, y lo que podemos ser si nos lo proponemos, y si de algo estoy seguro es que en este momento a este país no le interesa ni restar ni olvidar.
Pingback: Bitacoras.com
«En el estandarte del Rey Juan Carlos I aparece también la Cruz de Borgoña, auténtica bandera de la España Imperial, de los Tercios, del Virreinato de Nueva España y de los ejércitos realistas». Sí, pero no aparece por eso, sino por otra cosa menos esplendorosa. El actual estandarte real «azul mahón» deriva del concedido en abril de 1971 al entonces llamado Príncipe de España, Juan Carlos de Borbón. El decreto correspondiente del BOE de abril de 1971 informa de que el aspa de Borgoña y el yugo y las flechas están en dicho estandarte en su condición de emblemas del Movimiento Nacional.
Buenas tardes:
Estará usted conmigo en que el origen de la cruz borgoña en ese estandarte azul mahon del decreto de 1971 derivaría de la propia Cruz de Borgoña auténtica, y que no fue una invención al azar del legislador tardofranquista, que probablemente de derechos humanos y libertades civiles sabrían poco, pero que de heráldica tendrían amplios conocimientos. Por mucho que dijeran que era por el Movimiento Nacional esos símbolos realmente eran anteriores y apropiados por estos de manera partidista.
Muchas gracias por su participación.