Creo que la mayoría no me va a entender, pero me encantaría que al menos hoy tú me entendieras. De alguna manera culturalmente tenemos el historicismo metido en nuestras venas. Creemos en el alfa y el omega, que todo está escrito y ocurre por algo. Es por ello cuando un accidente afortunado sucede en nuestras vidas tendemos a pensar que tiene un sentido lógico, y que llevará a que ocurra algo grande en un futuro. Pero olvidamos que la vida es movimiento y que estamos expuestos a cambios y fuerzas endógenas y exógenas que “conspiran” para que aquello deseado o predestinado no ocurra.
Ocurrió algo parecido en la trilogía de “Saga de la Fundación” de Isaac Asimov, donde pese a los cálculos matemáticos de la Psicohistoria del genial Hari Seldon, en mitad del plan para que se recupere el Imperio, aparece algo inesperado , un mutado (el «Mulo»), que consigue casi frustrar el proyecto final a base de una habilidad especial para la mentira y el engaño, manipulando las emociones de los demás, y que “siguió un plan que, al parecer, tuvo su origen en el resentimiento que le había provocado el rechazo que el resto de los seres humanos le presentaba”, según nos recuerda la propia Wikipedia.
Esas fuerzas a veces se alimentan de los errores propios, que también los cometemos, pero siguen un inesperado guión que llevan a resultados desafortunados. Sólo hay que ver que había antes y que hay después, y generalmente hay un nexo común en toda la raíz del problema, que es el que en realidad origina el mismo. El “por qué” generalmente es debido a intereses cruzados a los que en esos momentos nuestra percepción es ciega a causa de unos prejuicios o ideas preconcebidas erróneas, que nos impiden ver el bosque entre los árboles.
Los resultados de las decisiones equivocadas se van viendo lentamente y a veces hasta que no está el problema en su esplendor no somos capaces de tomar consciencia de lo que ha ocurrido.
Quizás porque en mi más tierna infancia un hecho muy traumático me hizo ver que las cosas pueden cambiar radicalmente, pero por otro lado me hizo desear con todo mi corazón que la situación vuelva a su estado original, intentando rehacer un jarrón por muy roto que esté.
A veces no estamos cambiando lo que se deba de cambiar, sino que tenemos la sensación de que alguien que ha jugado con malas artes nos ha tornado lo que quería, en cierto modo nos ha robado la cartera sin enterarnos hasta que era demasiado tarde, hasta que tocaba pagar.
Por mi parte soy de los que piensan que mientras nos quede salud, no hay que rendirse y hay que seguir luchando porque aquello que en lo que creímos, que vimos que era el omega de un nuevo comienzo, no dejemos que se quede sin conseguir, quizás esta vez sí mutatis mutandi, sobre todo nuestra tendencia inocente a caer en el error, y a dejarnos llevar por esas fuerzas exógenas “envenenadas”.
Termino con este párrafo de la canción “La Herida”de Héroes del Silencio cuyo video aparece al principio del post:
¿qué hay en dos amigos
cuando después de todo
parecen perdidos
y prefieren a otros?
¿qué dan lerdas manos,
ignorando lo dado,
si antaño se estrecharon,
ahora están engañados?
¿qué les hizo alejarse
de su «orilla intranquila»,
tan siquiera un instante
piensan en esos días?
El gran Enrique Bunbury sabía de lo que hablaba, y sólo por mi parte huelga de decir que yo al menos sí.